viernes, 30 de agosto de 2013

Despertar

Salgo de casa y, como siempre, miro al cielo. Parece que hoy el sol brilla por detrás de las nubes. Qué raro es esto de levantarse con fuerzas.

Ando. No sé muy bien hacia dónde, pero ¿qué más da? Cruzo la calle y atravieso el puente que me permite llegar al otro lado del río. Es curioso eso de pensar que la vida es tan efímera como increíble. Paseo por la ciudad y todo parece provenir de la misma fuente insípida y casi abandonada. Casi tengo que echar de mi mente ideas que se cuelan sin pedir permiso. No se dan cuenta de que llegan alborotadas y echan a las que previamente se expandían sin preocupaciones.

El río le da vida a la ciudad. Es como un claro en un bosque de edificios. Los peces nadan en él, ajenos a toda la red de pasiones que mueve el mundo. Y ¿quién no?

Pasan las horas y me parece raro todo este asunto de ser feliz. Es tan sencillo que no sé cómo no se me había ocurrido antes. Y sigo sin entender por qué los demás lo complican tanto.

No sé por qué he salido. Vuelvo a casa, te miro y, por fin una sonrisa.

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